Mientras todos se preguntan por qué, yo me pregunto ¿y por qué no?

lunes, 16 de junio de 2014

De vuelta a casa

[...] pero Él dijo: "no lloréis, porque no ha muerto, sino que duerme." (Lc. 8, 52)
Treinta y siete cartuchos de tinta, seiscientos folios blancos (bueno, ya no), seis evaluaciones, no sé cuántas horas de estudio y los meses más estresantes de mi vida: en su conjunto, Segundo de Bachillerato. Eso, queridos lectores (si es que queda alguno) es lo que me ha mantenido alejado de ¿Y por qué no...?
Pero  este blog no ha muerto, solamente dormía, y me propongo ponerme al día este verano. ¿De qué vamos a hablar? Pues de lo de siempre: de la actualidad, de libros, de poesía, de pintura, si me apetece -ya veremos- puede que hablemos de música... 
Trataremos de ver la vida desde otra perspectiva, más profunda. No podemos pasar por encima de las cosas, así sin más. Hay que llegar al meollo de la vida, como dicen en El Club de los Poetas Muertos. Y empieza para mí una nueva etapa, acaso mucho más emocionante.
De momento, voy a contaros cuales son mis planes literarios para este verano. La verdad es que son un poco ambiciosos, lo reconozco, y es probable que no llegue a leerme estos ocho libros en dos meses, pero por intentarlo que no quede.
La potencia de uno, de Bryce Courtnay. Este libro me lo ha recomendado un amigo que, en materia literaria, siempre -casi siempre- acierta. Descubrir al hombre, el corazón humano, es el argumento que me ha dado... ya veremos qué tal.
La voz a ti debida, de Pedro Salinas. Un clásico de la Edad de Plata de las letras españolas. Este año me ha dado por leer mucha poesía, y la verdad es que estoy descubriendo cantidad de cosas interesantísimas, así que voy a seguir profundizando en estos caminos.
El idiota, de Fedor Dostoiewski. ¿Por qué Dostoiewski? Bueno, ¿y por qué no? Al fin y al cabo este es el sentido de existir de este blog. Me apetecía leer a Dostoiewski... y si la experiencia es buena, creo que seguiré con Tolstói... 
La Rebelión de las Masas, de Ortega y Gasset. Me gustaría participar este verano en las Jornadas Humanísticas, y el grupo de Filosofía y Pensamiento va a trabajar sobre este texto y otro de Platón (la Apología de Sócrates) para tratar de entender un poco mejor la sociedad en la que nos movemos. Si finalmente voy a las Jornadas, esto que llevo adelantado, y si no voy, leer a un filósofo siempre lo hace a uno crecer hacia dentro, y se trata de eso, ¿no?
Maneras de ser periodista, de Julio Camba. Este libro llevo desde el verano pasado queriéndolo leer.Y de agosto no pasa, porque en septiembre me espera la facultad de Periodismo. Uno llega tan emocionado, tan ilusionado con el Periodismo... ¿Por qué periodismo? -me preguntaron en la entrevista en la Universidad- Porque creo que tengo algo que decirle al mundo, y el periodismo me parece la mejor forma de hacerlo. Supongo que cualquier periodista se reiría de mí si leyese estas líneas, pero hasta que la vida no me demuestre lo contrario, pienso seguir creyendo que desde la columna de un periódico, o desde un micrófono de radio, o desde un plató televisivo, se puede cambiar -aunque sea un poco- el mundo en el que vivimos. Y por eso quiero leer Maneras de ser periodista, porque llegar a la facultad conociendo la opinión de un experto en el oficio es ya -creo yo- un gran adelanto.
Corazón de tinta, de Cornelia Funke. Uno de los libros que han marcado mi paso de la infancia a ese no sé qué que llaman adolescencia, y que no sé si ya he pasado, o si sigo inmerso en ella. La cuestión es que es una historia fantástica -cuando digo fantástica quiero decir de dragones y castillos y princesas- fantásticamente narrada que, además, es una metáfora preciosa sobre la literatura. Y quiero volvérmelo a leer antes de ser universitario. Punto.
Es cielo y es azul y Curso superior de ignorancia son los dos poemarios más conocidos de Miguel d'Ors, uno de los grandes poetas contemporáneos... o al menos eso me parece a mí. Me gusta mucho su estilo, su forma de ver la vida. Habla de la relación del hombre con Dios, con lo creado -y de entre todo lo creado, con la mujer amada con especial entusiasmo- y también con uno mismo. Muestra un conocimiento profundo del ser humano, y a mí me encanta. Lejos de mitificar la vida, descubre la belleza inefable de las cosas más cotidianas, y le facilita a uno sobremanera aquello de vivir con entusiasmo su vida ordinaria.
Y estos, amigos, son los títulos que pienso dar de comer a mi espíritu este verano. Creo que es una selección bastante acertada, pero eso ya se verá. Por lo demás, estos días espero poder compartir con vosotros varias cosas que se me han ido quedando en el tintero todo el curso. Y con esto y un bizcocho, ¡hasta mañana a las ocho!

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