Hoy quería hablar un poco
sobre literatura. Es un tema que simplemente me apasiona. Veréis, siempre me ha
encantado leer. Desde pequeño devoraba los libros: todos los fines de semana
algún libro nuevo engrosaba mi particular biblioteca.
Como suele suceder a estas
edades, mi género preferido era el fantástico. De hecho, recuerdo que los
primeros libros que realmente me engancharon –recomendados, como suele ocurrir,
por un gran amigo- fueron Las Crónicas de
Narnia. Aquellos siete libros sobre magia y guerreros, unicornios, elfos y
enanos. También leí Harry Potter, Corazón
de Tinta y Ulysses Moore, y más
adelante me aventuré en el género policíaco con Cuatro amigos y medio, y encontré también pequeñas joyas
individuales como el magnífico El Señor
de los Ladrones.
Siempre recordaré el día en
que un pequeño libro de tapas azules cayó en mis manos: Un puente hacia Terabithia. El título prometía dragones y
mazmorras, un mundo como Narnia, o la Tierra Media, o como todos aquellos
países imaginarios que los hombres hemos creado sobre papel. Me equivoqué. Pasé
las escasas doscientas páginas del libro esperando a que hiciesen su aparición
los monstruos… pero nunca aparecieron.
Un
puente hacia Terabithia es la historia de dos niños de mi edad
que vivían en un pueblo muy rural del Sur de Estados Unidos. Es la historia de
su amistad inseparable, en la que inventan un mundo mágico, Terabithia –a penas
una casa en un árbol- desde donde la realidad se volvía mucho más emocionante.
Ellos dos eran Terabithia.
Ellos dos sabían ver en cada acontecimiento de sus vidas una historia llena de
magia. Y es que la realidad supera la ficción. Sus aventuras en el colegio, con
la profesora Myers o con la niña gorda que les robaba el almuerzo eran su
particular batalla del día a día… y es que la imaginación de estos dos niños
convertía lo cotidiano en lo más extraordinario.
Fue el primer libro con el
que lloré, y el libro que más impacto me ha causado. Marcó un antes y un
después en mi vida. Entonces empecé a interesarme por otro tipo de literatura,
más realista: las cosas de cada día dejaron de parecerme aburridas. También es
el libro que más veces he leído, y cada vez que lo leo descubro algo nuevo,
aunque prácticamente podría recitarlo de memoria.
Quizá el auténtico trasfondo
del libro no lo descubriera en aquel entonces –quizá todavía no lo he
descubierto- pero desde luego me asombró. Y aprendí una gran lección: la vida
es maravillosa, y la felicidad es una actitud.
Dicen que la vida es un
espejo: te sonríe si la miras sonriendo. Es cierto. Si buscas en tu vida lo más
extraordinario lo encontrarás. Nuestro día a día guarda más aventuras que
muchos libros de fantasía. Solo espero que todos lleguemos, algún día, a
entender esto.
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