Mientras todos se preguntan por qué, yo me pregunto ¿y por qué no?

sábado, 19 de octubre de 2013

Calles

Me gusta andar por las calles de esta ciudad sin nombre cuando cae el sol y son doradas. Soy un desconocido entre desconocidos, y todos somos paseantes inciertos en un mundo no menos incierto.
¿A dónde vamos? Probablemente ninguno lo sepamos. Quizá acabemos en alguna habitación de hotel, o tocando el acordeón en cualquier esquina, o tomando un café en alguna plazuela anónima, o leyendo alguna novela indefinida en algún parque perdido.
Aquella chica que viene por allá quizá venga de alguna tienda de ropa, o de casa de su madre, que le ha hecho la comida, o de la facultad de estudiar quién sabe qué carrera. Aquél señor que se apoya elegantemente en su bastón quizá venga de alguna reunión importante, o quizá espere a un amigo para ir a dar de comer a las palomas, o vaya a darle una sorpresa a su mujer en su cincuenta aniversario de bodas. El niño que baja en bicicleta temerariamente por la calle tal vez venga del colegio, o de un repaso, y quizá vaya a casa a hacer los deberes, o al quiosco a comprarse cromos…

Y al pasar por delante del espejo de aquella tienda me vi y me pregunté de dónde venía yo y adónde iba. En realidad, la triste habitación en la que duermo no es mi hogar, ni esta ciudad la mía, y ando como una especie de alma en pena buscando sin saber dónde no sé qué cosa que se parece a la felicidad.

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